Editorial No.99
Resistir con dignidad
Resistir, resistir y resistir. No hay más remedio. El despliegue de los poderosos para masificar, apabullar autonomías, inundar el planeta de frivolidades y obscurantismo es tan brutal que sólo podemos echar mano de nuestra fuerza interior, nuestro espíritu, nuestra imaginación y dignidad. El deterioro del planeta va en relación directa con la degradación del ser humano, producto de la desmesurada ambición de riqueza y poder. Ningún dios, ningún héroe, ninguna cultura merece consideración en el mundo actual sino en relación con las ganancias. Para ello todas las guerras son válidas, todas las ignominias son llevadas por los grandes medios al formato de espectáculo, barrenando los cimientos de la cultura hasta convertirla en una mercancía más.
Ante semejante perversión no tenemos más camino que refugiarnos en lo único que no podrán usurparnos: nuestros sueños, nuestra imaginación con su poderosísima fuerza creadora. Resguardarnos en el Arte como amplificador de la vida, dar rienda suelta a los atrevimientos creativos en las bellas artes, inventar, innovar, explorar. El sólo hecho de auscultar nuevas posibilidades de expresión mediante la palabra, el color, la música o cualquiera de las artes, nos estimula a concentrar nuestra atención en lo pródigo de la existencia, más allá de toda ganancia efímera o figuración baladí, de todo drama o conflicto entre facciones obnubiladas por el deseo de dominio.
Pero resistir implica desplegar fuerza de voluntad, valor, talento y desprendimiento. Ahora que nos aprestamos a concluir el periplo de seis lustros y detener nuestra publicación impresa en la Edición No. 100, al esculcar las alforjas de nuestra propia historia descubrimos que la voluntad con que sostuvimos el periódico raya en los límites de la terquedad, esa necesidad de ser necios, como decían los Gaiteros de San Jacinto. Como no teníamos ningún afán competitivo, el tiempo fue nuestro aliado y pudimos darnos el lujo de aprender con calma. Rumiar cada texto, moldear cada página, repasar cada edición, sin muchos recursos pero motivados por un inmenso deseo de aprender a contar historias.
En esa búsqueda de historias comprendimos muchas cosas, como que la frontera entre el llamado periodismo y la literatura es cada vez más borrosa. Al aventuramos a mezclar los “géneros” entendimos que los encasillamientos preestablecidos son un freno a la creatividad y a ellos nos debemos resistir con conocimiento de causa. Urge soltar amarras y dejar que la barca del aprendizaje surque los mares de lo inesperado, de lo desconocido.
Como todo acto responsable, resistir tiene sus riesgos de los cuales el menos aconsejable es el desespero. La paciencia es una virtud que se puede lograr con el paso del tiempo, cultivarla permite al menos llegar, tal como hemos llegado al centenar de ediciones del periódico. Al ver la vista atrás nos parece increíble que haya pasado tanto tiempo y que hayamos podido publicar tantos periódicos. ¿A qué horas sucedió? Al comenzar parecía imposible trepar aquella empinada montaña. Hoy, todo parece haber transcurrido en un chasquido de los dedos.
El todo es iniciar sin prejuicios, lo demás irá llegando como premio a la resistencia. Entonces podrá darse otro lujo: detenerse para ganar impulso en otros sueños.
Tomado de EL PEQUEÑO PERIÓDICO No. 99 edición impresa, en circulación.